Un territorio de habitantes
frívolos reposaba en el centro del sol, sus sapos de verano hacían el
espectáculo de temporada. Una sapita muy especial, blanca, baja y balanceada,
allí estaba en el negocio de sus padres, ofreciendo vestido y elegancia. Sus
grandes y curiosos ojos que saltaban de momento al mirar, despertaban el estilo
principesco en los sapos machos sin dudar.
Francisco no dejó por
inadvertido semejante don en esas luces tan divinas, dicha cara no se había
visto pasar en la vida.
-¿Cómo te llamas?
-Belén
Varios, muchos, bastantes,
intentaron croar;
croar como nunca, como no se
había escuchado jamás.
Una Belén conquistada, es la
dicha conseguida;
ser la contemplación de sus
estrellas,
científico de sus luciérnagas.
-Mírame
-Ya te ME estoy mirando
En el lago miraba tanto su
reflejo,
que perdía el rato cálido, el
amor sincero;
Francisco hecho chisco chasco,
Por el esfuerzo cansado;
optó por constelación cambiar
y admirar,
esperando Belén mudará de
actuar,
el vacío de su ser debutara
sin tardar.
Tiempo adelante los sapos de
esa fiesta mudaron. Volaron a soñar; otros tantos volverán a regresar, pero el
Francisco único que Belén hubiera podido alumbrar, se ha ido; por el momento
demorará.
Por darte luz solo a ti, eres
oscura;
Oportunidad desatendida,
retardo en tu despertar de
conciencia,
a la realidad pura,
la realidad bella. Diligencia.
-He vuelto. ¿Cómo te llamas?
-Belén. Tú estrella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario